domingo, 2 de febrero de 2014

Comparaciones y deudas

COMPARACIONES Y DEUDAS

Que levante la mano quien no haya escuchado alguna vez en su vida eso de que “Las comparaciones son odiosas”.Y me he parado a reflexionar sobre esta afirmación que se ha convertido en un tópico.

Por una parte, es cierto que hay momentos en que es incorrecto verbalizar una comparación. Lo es porque quizá esa comparación podría herir los sentimientos de alguien, y no siempre la verdad absoluta es deseable, porque tampoco sería soportable ni asumible, y en el mejor de los casos esa verdad brutal no va a llevar a nadie a ningún sitio mejor del que ocupa en ese momento. Además, callar sobre aquello que no nos preguntan, guardarnos nuestra opinión, corresponde a otro tópico: “Eres dueño de tus silencios y esclavo de tus palabras”. Una vez verbalizado el pensamiento, es imposible obligar a quien ha oído a olvidar tus palabras. Sólo en el caso de la defensa de la propia tesis sería correcto causar un daño emocional a otra persona, y siempre sobre otro supuesto: “Es un mal menor”.

Pero, por otra parte, vuelvo a pedir manos en alto: ¿quién no ha aprendido alguna vez a base de comparar, y no sólo de imitar? Como cuando te quemas con una plancha caliente y aprendes a no tocarla hasta que haya pasado un tiempo. Has aprendido por comparación. Esa comparación nos ahorra dolor, y nos aporta experiencia positiva. Lo mismo sucede en las relaciones con otras personas. Aun sin quererlo, comparamos. Inconscientemente. Es la única forma que tenemos de saber qué es lo que no queremos, y qué es lo que nos hace sentir bien. Comparamos. Distintas reacciones, distintas palabras de distintas personas ante una misma situación. Si recapacitamos, nos daremos cuenta de que eso de que las comparaciones son odiosas suena a estrategia de quien está a la defensiva y no quiere ser comparado.


No. Las comparaciones no son odiosas. Odiosos son aquellos que las temen. Y las temen, esta vez sí que es cierto el tópico, porque “Quien algo teme, algo debe…”