domingo, 23 de octubre de 2011

Tú serás mi Héroe

TU SERÁS MI HÉROE

En los atardeceres de septiembre (ya entonces, años antes de aquél tan terrible…), tus palabras me llenaban de inexplicable melancolía, y me complacía dejándome arrastrar  por tu voz y tu intensa mirada, que despertaba en mí un dejà vu, recuerdos de un algo que fue aunque aún  no había sido, sueños de un mañana que apenas eran incipiente promesa ayer,

Como a los simbolistas del XIX, te aterraba  la mediocridad, y huías de ella, albatros de tierra adentro, sobrevolando, etéreo, el lodo gris que jamás podrá olvidar la sombra de tus infinitas alas. Y  fuiste a la vez Tino Tudela Veguín y Tino Orbe, y siendo estrella no dejaste de ser tierruca.

Como un dios irreverente, forjaste una mujer a golpes de palabra nueva, de voz. Mujer poema, intuida y sublime, ninfa o diosa, como tú, inalcanzable, eterna y divina;  mujer disyuntiva, ambigua dualidad ungida con el aroma de la fascinación, pero llagada con el estigma de la soledad. Samantha o Eloise,  únicas e irrepetibles y, a la vez, en esencia, todas la misma: víctima condenada al desamor, hielo rojo, volcán y nieve, la contradicción,  la paradoja,  la trascendencia del bien o el mal. En tus letras nos describiste sin conocernos, y yo me reconocí sin que me llamaras por mi nombre.

Tu infinitud rebasó los límites de tu cuerpo, de tu incuestionable masculinidad, para poder ser yo, nosotras, y así entendernos, admirarnos y respetarnos. Heroínas, seductoras, excomulgadas para el amor, único don que, ironías de la vida, perseguíamos sabiendo que estaba vetado al común de los mortales, y que sólo los dioses y los héroes, los mitos de la antigüedad encarnados en la posmodernidad, eran los elegidos para experimentarlo. Nos dibujaste. Trazaste nuestro perfil con la armonía de tu voz, modelaste nuestra alma con el fuego de tus palabras, y afirmo rotunda que nos gusta vernos a través de tus ojos.

Deteniendo el tiempo, que ya jamás pasaría por ti cuando se cumplió tu destino fatal, te convertiste en leyenda, profeta añorado de un futuro que viniste a cantar, sumiéndonos en la tristeza cuando, sin poder quedarte a compartirlo con quienes te amábamos,  te marchaste a contemplarlo desde el otro lado de la laguna.

Nadie como Tú. Por eso, Tino, siempre serás mi Héroe, y te rendiré homenaje íntimo y personal en ese punto de encuentro cuyas coordenadas se hallan suspendidas entre el espacio y el tiempo, donde resides, inmortal, constante, sonriendo cuando te acaricia mi pensamiento fugitivo que, incansable, te persigue, hasta que vuelves a mí tus ojos de un imposible eterno y, al mirarme, me desarmas…

                                                                            Mª Eugenia Jordá, “Jenny Embrujhada”