domingo, 29 de mayo de 2011

Quinto bloque de ejercicios (29/05/2011)

La política del chismorreo

Francesc Escribano

Me explicaba un agricultor del delta del Ebro, recordando la vida y la gente de antes, cómo eran las peleas de lavadero. Me explicaba que en su pueblo, cuando dos mujeres tenían un conflicto, lo resolvían a hostias. Era así como se hacían las cosas en el mundo de antes. Eso sí, lo más importante, antes de pasar a la acción y tirarse del moño, era decir «la palabra». Decirla era fundamental. No se podía llegar a las manos si antes no se había pronunciado la palabra que lo desencadenaba todo. Daba igual cuál fuera el origen de la discusión o la naturaleza de la disputa. Había que pronunciar «la palabra» antes de iniciar la pelea. Según relataba el agricultor en cuestión, cuando dos mujeres se enfrentaban se organizaba rápidamente un círculo de mujeres amigas alrededor de cada una de ellas. Ávidas de bronca, las mujeres aconsejaban con insistencia a cada una de las rivales que, por favor, dijeran «la palabra». Era vital ser la primera en pronunciarla. «¡Dile puta!», decían unas. «¡Dile puta!», repetían las otras. La primera de las dos mujeres que trataba a la otra de puta tenía media pelea ganada. La palabra, el insulto, era mucho peor y causaba mucho más daño que un puñetazo. Las marcas de los puñetazos se borran; las calumnias, no. Esa era la ley del lavadero.


Al parecer, la ley del lavadero también ha llegado a la política catalana. Debe de ser cosa de las nuevas tecnologías, de la facilidad con que piamos a través del Twitter, los blogs y la red. No lo sé. Lo cierto es que el rifirrafe entre Duran Lleida y López Tena me ha recordado la manera en que antes las señoras se tiraban del moño en el lavadero. Solo hay una diferencia, sensible. Antes, cuando la gente se insultaba y perdía las formas, lo que tenían que decirse se lo decían a la cara. Lo más patético de esta trifulca es que tiren la piedra y escondan la mano. No vale llamarse de todo en público y después, como ha hecho hace poco López Tena, decir que cuando él decía Duran no quería decir Duran Lleida. Descender al chismorreo es lamentable, no se debería hacer nunca. Pero si alguien lo hace y se enfanga, como es el caso, al menos que no intente disimular.
 
 
ORACIONES
 
1. Cuando llegaste a la Universidad, la clase ya se había terminado.
2. Es extraño que aún no me haya llamado tu hermano.
3. Ya se ha entregado el impreso que nos pidieron.
4. En los medios se asegura que el presidente no es un ladrón.
5. Conviene que se riegen las plantas todos los días.
 
PRÁCTICA
 
Aquí tenéis un poema del que habéis de:
 
1. Buscar el esquema métrico y deducir cuál es la estrofa empleada.
2. Deducir quién lo escribió y a qué corriente pertenece.
3. Explicar el argumento.
4. Encontrar algunos de los recursos estilísticos que hemos ido viendo en clase.
 
 CÁNTICO
 
¿Adónde te escondiste,
Amado, y me dexaste con gemido?
Como el ciervo huyste
haviéndome herido;
salí tras ti clamando, y eras ydo.
Pastores, los que fuerdes
allá por las majadas al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decilde que adolezco, peno y muero.
Buscando mis amores,
yré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y passaré los fuertes y fronteras.
¡O bosques y espesuras,
plantadas por la mano del Amado!,
¡o prado de verduras,
de flores esmaltado!,
dezid si por vosotros ha passado.
Mil gracias derramando
pasó por estos sotos con presura;
y, yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.
 

miércoles, 4 de mayo de 2011

Solución a "Cómo me gustan esos hombres"


TEMA: Defensa de la galantería, la caballerosidad y el piropo respetuoso, y de los hombres con arte en su práctica

Primer párrafo

I.P. Los hombres que respetan a las mujeres y al mismo tiempo las admiran y tratan como si fueran obras de arte son agradables.

I.S. Algunas mujeres malintepretan las atenciones de estos hombres, pero a ellos no les importa. Simplemente, se apartan y no insisten.

Argumento de ejemplificación: los que…

Segundo párrafo

I.P. A veces, una frase amable nos ayuda a remontar cuando nos sentimos hundidas.

I.S. Hace años, el piropo de un caballero no se tomaba como un caso de acoso sexual.

Argumento de experiencia personal: salgo a la calle y me siento mejor.

Tercer párrafo

I.P. Que un hombre ame a las mujeres no significa que piense en acostarse con ellas cuando las halaga.

I.S. Kirk Douglas sigue admirando la belleza de las mujeres, aunque es tan mayor que necesita bastón para caminar.

Argumento de datos objetivos: Kirk Douglas tiene 94 años.

RESUMEN

A muchas mujeres las halaga que un hombre les dirija una frase amable siempre que sea de forma respetuosa, porque una galantería hace sonreír y ayuda incluso a remontar en los días en que todo parece negro. Además, que un caballero dedique un piropo a una dama no significa que la esté acosando sexualmente, y deberíamos saber distinguir una cosa de otra.

Tesis.
Es implícita y encuadrada, pues aparece al principio y al final del texto: La autora rompe una lanza en favor de los hombres que admiran a las mujeres y lo demuestran en su forma delicada y respetuosa de tratarlas.



Valoración crítica del texto
Rosa Cullell no es de las mujeres que se ofenden cuando un hombre les dice un piropo, y en este texto sale en defensa de aquellos que, en vez de encontrar una respuesta igualmente amable ante un gesto, se tropiezan con la indignación de la mujer a quien pretendían halagar. La caballerosidad no está reñida con el respeto, y las buenas formas esperan una respuesta similar, y no un reproche por machismo o una denuncia por acoso. Hay que saber dónde está la frontera. Por eso, la autora construye el texto en la segunda persona de singular, en la que se ven reflejadas tanto ella misma como cualquier mujer que lea el texto y se sienta aludida con ese “tú” cercano, que además, aunque es una marca de impersonalidad en segunda persona y al decir "tú" puede estar diciendo "yo" o "todas", contribuye a reforzar la deíxis social convirtiéndola en cómplice.
La actualidad del texto radica en la aprensión y el recelo con que se enfoca cualquier gesto de un hombre hacia una mujer, que puede dar lugar a denuncias inexactas que dejan en entredicho las buenas intenciones de muchos hombres, que cuando ven a una mujer atractiva simplemente disfrutan contemplándola, y haciéndole saber lo agradable que resulta, sin pretender que la cuestión vaya más allá de simplemente eso. Incluso hombres cuyas tendencias sexuales no se encaminan hacia el sexo femenino pueden halagar y admirar la belleza de una mujer, y hacérselo saber sin que haya ninguna doble intención en ello.
Valoración personal
No me extenderé, pero yo también adoro a esos hombres. Soy feminista igualitaria, creo en la igualdad de derechos y deberes, pero me gustan las galanterías y los piropos, y también me gusta ser galante con un chico si por cualquier motivo llama mi atención. Eso sí, siempre desde el respeto. Y sin que haya lugar para confusiones. Porque, si eso sucede, se puede echar mano del lenguaje verbal y aclarar el malentendido.
Creo que no me equivoco si afirmo que a muchas mujeres nos gusta conocer la opinión de nuestros amigos gays respecto a nuestro aspecto, y que nos aconsejen a la hora de elegir ropa o complementos. De hecho, adoro las tiendas en que los dependientes son gays, porque su sensibilidad, unida a su innegable masculinidad, pues son hombres de los pies a la cabeza, me garantiza su gusto y su sinceridad a la hora de decidirme. Y si ellos no pretenden ningún tipo de acoso, ni los vemos como acosadores en potencia cuando incluso nos tocan mientras hablamos, ¿por qué vamos a pensar que el resto de hombres siempre acosan cuando piropean? Creo que deberíamos serenarnos, y considerar que la igualdad no está reñida con la galantería.
ADECUACIÓN
Emisor: presente en primera persona del singular y en segunda de singular. El texto está lleno de ejemplos. La razón: la autora se dirige a las mujeres, trata de tranquilizarlas para que puedan disfrutar de un piropo o una atención de un compañero o incluso un desconocido sin buscarle los tres pies al gato. Para ello, dirigirse a cada una en particular: los que te cogen… te dicen… invitarte al café. Y en cada una de las mujeres se está describiendo a sí misma. Así, la complicidad es total. Somos mujeres charlando ante un café, hablando de hombres. Luego, en primera persona, la autora cuenta su experiencia personal: yo acababa de cumplir los 15, vestía uniforme y me recogía el pelo… Esta presencia voluntaria sirve de argumento de experiencia personal para confirmar la ausencia de peligrosidad en un piropo, y cómo el peligro no está en las palabras, sino en cómo las interpretamos.
Receptor: implícitamente, se dirige a las mujeres, a las que piensan como ella y a las que no, porque trata de convencerlas de lo agradable de las galanterías respetuosas. Además, se dirige a los hombres que son así, y lo que hace es, precisamente, lanzarles piropos respetuosos, para que cuando lean lo que ella piensa se den por aludidos y traten de no cambiar. Ellos, no. Ellas, si los malinterpretan, sí.
Deíxis social: cercana. Ya queda explicado arriba. Además, cabe apuntar que hay una llamada absolutamente coloquial en el texto: “Tranquilos”, mediante la cual se establece un nivel de familiaridad íntimo entre emisora y receptores.
Modalización
Valorativa: señores, querido vecino o atractivo cincuentón, con admiración, afecto, interés… por ejemplo, indican la valoración positiva de Rosa hacia estos hombres que le gustan.
Deóntica: si las mujeres malinterpretan sus gestos, ellos se apartan. Pero si las mujeres aprenden a distinguir y valorar una galantería, este arte no se acabará. Por ello, hay una sutil modalización deóntica a lo largo de todo el texto, en las alabanzas que vierte hacia ellos, con lo que pretende que caigamos en la cuenta de cosas que se nos pasan por alto, pequeños detalles, que harán que cambiemos de actitud hacia esos hombres y pasemos de considerarlos acosadores a tenerlos por caballeros.
Epistémica: todo el artículo, al estar escrito en segunda persona, establece una complicidad con las lectoras implícitas. Rosa conoce a estos hombres, y sabe que nosotras también conocemos alguno así. Por ello, la modalización epistémica está presente de forma continuada, estableciendo un conocimiento del tema compartido por el sexo femenino.
COHESIÓN
Léxica
Dos mundos: hombres y mujeres. Los primeros, admirando a las representantes del segundo. Y ambos, coincidiendo en la vida. Este sería el resumen del pensamiento de Rosa Cullell, y el léxico se organiza en las esferas conceptuales correspondientes.
Galanterías masculinas: mirar, decir algo agradable, invitar a café, admiración, afecto, interés, deseo.
Objeto de las galanterías: vestido, piernas, juventud, conversación
Actividades juntos: baile, cine, trabajo, pasar por la vida.
Sinónimos: coger/agarrar (tu cintura), algo agradable/una frase para recordar, se atreven/no les asustan, enlazar/rodear (la cintura), mujeres/señoras
Antónimos: buenos/peores
Repeticiones: ascensor, baile/bailar, admiración/admirar, coincidir (en un ascensor/en la vida), recuerdo/recordar, disfruten/disfrutan.
Cohesión gramatical
Anáforas: los que (tanto por la repetición de “los” a principio de oración como por su referencia cotextual a “los hombres”), Eso (les gustan las señoras y se alegran al verlas) es todo.
Paralelismos: los que te cogen, los que se molestan, los que se atreven
Elipsis: los [hombres] que, [hombres] que se acercan, [los hombres] no insisten, [Eso es] más de lo que cabe esperar, pero [salgo a la calle] sintiéndome mejor.
Deíxis temporal
El pasado (la adolescencia de Rosa Cullell) y el presente (actitud de los hombres galantes ante las mujeres) se entrelazan en este artículo cohesionando las partes de forma que la experiencia del pasado de la autora sirve como argumento a favor de la defensa de su tesis: que los hombres, cuando halagan a una mujer, no buscan nada más que eso: ser agradables y hacerles saber lo mucho que les gusta.
Presente: verbos en presente de indicativo (te cogen, se molestan, te dicen, asustan, acercan…). Aparece en los tres párrafos.
Pasado: se quedó, acababa, vestía, recogía, dijo, iba, contestó, pusieron. Corresponde a la experiencia pasada de la autora, y los tiempos van del pretérito perfecto simple (quedó, contestó, pusieron) al imperfecto (acababa, vestía, recogía, iba). Aparece en el segundo párrafo, pero no lo ocupa todo, pues ese apunte al pasado constituye una fugaz ojeada al ayer, y la autora es una mujer que se mueve en el hoy. Ese ayer, sin embargo, la ayuda a remontar cuando se encuentra en horas bajas. Además, aparece en el tercer párrafo, porque Kirk Douglas es otro señor mayor que entra en el grupo de hombres galantes respetuosos que admiran a las mujeres.
La deíxis temporal se sirve también de expresiones como: hace tiempo, siglos, acababa de cumplir los 15, cuarenta años menos, la otra noche, 94 años.
La conclusión es que, tanto ayer como hoy, los caballeros nos gustan. Y que lo que se ha dado en llamar pensamiento políticamente correcto no va a acabar con esta especie.
En cuanto a la deíxis espacial, es poco relevante. Aparece en expresiones que indican movimiento: te arrastran, al verte entrar, se acercan; o en espacios que ubican las afirmaciones de la autora: en un ascensor, casa (al salir de), la calle, el cine, la ceremonia de los Oscar. Su función es ir aportando escenarios para el desarrollo del tema.